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Los cultivos de cobertura en la agricultura en laderas : Innovación de los agricultores con Mucuna

By: Contributor(s): Material type: TextTextPublication details: Ottawa (Canada) : Mexico : Turrialba (Costa Rica) : CIID, CIMMYT, CATIE, 1999Description: ix, 242 pagesISBN:
  • 0-88936-881-3
Subject(s): DDC classification:
  • 338.162 BUC Es
Online resources: Summary: Los agricultores del norte de Honduras están a la vanguardia de un significativo avance en la agricultura en laderas. Por más de 20 años, calladamente han desarrollado una agresiva leguminosa trepadora llamada frijol terciopelo y la han adaptado a las necesidades de la producción de maíz. Estos agricultores idearon la práctica del cultivo de maíz-frijol terciopelo porque estaban excluidos de las excelentes tierras del litoral del norte de Honduras, cada vez más absorbidas por las plantaciones de piña y palma africana y los pastizales, propiedad de las clases privilegiadas y las agroindustrias. Los agricultores tenían que encontrar una forma de producir maíz, su alimento básico, en las tierras pobres y frágiles de las laderas. La práctica de cultivo de maíz-frijol terciopelo que idearon incrementa la productividad y, al mismo tiempo, conserva la base de recursos, una combinación poco frecuente en los entornos en laderas. La semilla de frijol terciopelo (Mucuna pruriens) se introduce inicialmente entre los surcos de maíz, donde continúa desarrollándose profusamente después de la cosecha del cereal. Una vez que ha madurado (unos ocho meses más tarde), se corta el cultivo de frijol y se siembra de nueva cuenta el maíz en el colchón de hojas y tallos en descomposición. Los residuos de frijol terciopelo no se queman ni se incorporan en el suelo sino que se dejan como mantillo sobre la superficie. La semilla del frijol terciopelo con el tiempo germina por sí sola en el campo de maíz y se repite el ciclo. Esta práctica de cultivo reduce los costos de mano de obra al controlar la maleza y aumenta los rendimientos de maíz al proporcionar nutrimentos cuando son más necesarios. Los aumentos de la productividad se producen sin una simultánea declinación de la base de recursos. En las palabras de Teodoro Reyes, de La Danta, Atlántida, “con el frijol terciopelo, la tierra cobarde se vuelve valiente”. La combinación maíz-frijol terciopelo representa un desvío radical de las técnicas tradicionales de agricultura de roza y quema, características de las zonas húmedas tropicales. Esas prácticas, con largos períodos de descanso, solían adaptarse bien a las condiciones ecológicas y socioeconómicas existentes. Sin embargo, el crecimiento demográfico y la conversión de áreas boscosas en pastizales han incrementado la presión sobre los recursos naturales e inducido al cultivo más frecuente. Sin insumos externos, el cultivo intensivo usando las técnicas tradicionales de roza y quema lleva a una disminución de la fertilidad del suelo y a aumentos de la invasión por malezas y la erosión del suelo, que socavan la productividad y la sostenibilidad de los cultivos itinerantes. En contraste, los agricultores del norte de Honduras han estado produciendo maíz-frijol terciopelo continuamente en las mismas parcelas durante 20 años y han conservado o incluso mejorado notablemente tanto el rendimiento como la fertilidad del suelo. La semilla de frijol terciopelo, junto con el conocimiento de sus usos potenciales, fue introducida en el norte de Honduras mediante un complejo proceso de innovación que involucró a agricultores, científicos y corporaciones transnacionales de tres continentes (Buckles 1995). Originario del este de la India y el sur de China, el frijol terciopelo viajó a Africa, Brasil, el Caribe, Centroamérica y los Estados Unidos de América, y recorrió las zonas húmedas tropicales durante varios siglos. A lo largo de la trayectoria de la semilla, los agricultores, actuando por interés propio y con ocasionales aportes científicos, adaptaron la planta a sus necesidades; al hacerlo, proporcionaron el impulso para su difusión. En el norte de Honduras, la adaptación y difusión del frijol terciopelo — o “frijol de abono,” como se le llama en la región — se produjo espontáneamente de un agricultor a otro, sin la intervención directa de grupos externos. Actualmente, más de 10 000 agricultores del norte de Honduras y otros miles en Guatemala y el sur de México usan el frijol terciopelo para fertilizar el suelo, combatir las malezas y proteger la tierra de cultivo de la erosión. La adopción espontánea de una tecnología generada por los agricultores merece atención. Si bien a la investigación agrícola basada en la ciencia se le atribuyen grandes éxitos en el incremento de la producción agrícola, muchos científicos no se dan cuenta de que pequeños agricultores sin educación experimentan e innovan por su propia iniciativa y logran resultados notables. Por definición, las formas de experimentación campesina no son equivalentes a la indagación científica ya que se basan mucho en la experiencia empírica, convalidada en forma local. Por consiguiente, tal vez no generen conocimientos en formas accesibles para los campesinos de otros lugares o que sean directamente aplicables en otras regiones. Aun así, en el pasado se adquirieron muchos conocimientos y todavía se pueden adquirir muchos más evaluando lo que hacen los agricultores para afrontar problemas claves en el manejo de los cultivos o el entorno (Richards 1985; Sinclair et al. 1993). De este modo, una tarea importante de los organismos foráneos es aprovechar esos conocimientos y fortalecer la capacidad de los agricultores de generar ideas y prácticas agrícolas nuevas para satisfacer sus propias necesidades (Bunch 1982). La interacción con los agricultores hondureños estimula a los investigadores y agentes del desarrollo a redefinir su función y la de los agricultores en el proceso de generación y difusión de tecnologías. Los agricultores han sido notablemente creativos con el frijol terciopelo y otros cultivos de cobertura, no sólo desarrollando y difundiendo el sistema tal como se lo practica en sitios como el norte de Honduras sino también experimentando con numerosas variaciones en cuanto a las asociaciones de cultivos, las fechas de siembra, las densidades de siembra, la poda y la desyerba, así como la utilización como alimento para el hombre y los animales (Bunch 1990, 1995; Holt-Giménez 1993; Buckles y Arteaga 1993; Buckles y Barreto 1996; Flores 1997). Ni los investigadores ni los agentes de desarrollo se atreverían a afirmar que “encabezan” la investigación en esta área o que están en completo control de los procesos de generación y difusión de la tecnología. Esta iniciativa local puede enseñar mucho a las personas que aún dudan de la función potencial de los agricultores en el desarrollo, la adaptación y la difusión de tecnologías mejoradas.
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Los agricultores del norte de Honduras están a la vanguardia de un significativo avance en la agricultura en laderas. Por más de 20 años, calladamente han desarrollado una agresiva leguminosa trepadora llamada frijol terciopelo y la han adaptado a las necesidades de la producción de maíz. Estos agricultores idearon la práctica del cultivo de maíz-frijol terciopelo porque estaban excluidos de las excelentes tierras del litoral del norte de Honduras, cada vez más absorbidas por las plantaciones de piña y palma africana y los pastizales, propiedad de las clases privilegiadas y las agroindustrias. Los agricultores tenían que encontrar una forma de producir maíz, su alimento básico, en las tierras pobres y frágiles de las laderas. La práctica de cultivo de maíz-frijol terciopelo que idearon incrementa la productividad y, al mismo tiempo, conserva la base de recursos, una combinación poco frecuente en los entornos en laderas. La semilla de frijol terciopelo (Mucuna pruriens) se introduce inicialmente entre los surcos de maíz, donde continúa desarrollándose profusamente después de la cosecha del cereal. Una vez que ha madurado (unos ocho meses más tarde), se corta el cultivo de frijol y se siembra de nueva cuenta el maíz en el colchón de hojas y tallos en descomposición. Los residuos de frijol terciopelo no se queman ni se incorporan en el suelo sino que se dejan como mantillo sobre la superficie. La semilla del frijol terciopelo con el tiempo germina por sí sola en el campo de maíz y se repite el ciclo. Esta práctica de cultivo reduce los costos de mano de obra al controlar la maleza y aumenta los rendimientos de maíz al proporcionar nutrimentos cuando son más necesarios. Los aumentos de la productividad se producen sin una simultánea declinación de la base de recursos. En las palabras de Teodoro Reyes, de La Danta, Atlántida, “con el frijol terciopelo, la tierra cobarde se vuelve valiente”. La combinación maíz-frijol terciopelo representa un desvío radical de las técnicas tradicionales de agricultura de roza y quema, características de las zonas húmedas tropicales. Esas prácticas, con largos períodos de descanso, solían adaptarse bien a las condiciones ecológicas y socioeconómicas existentes. Sin embargo, el crecimiento demográfico y la conversión de áreas boscosas en pastizales han incrementado la presión sobre los recursos naturales e inducido al cultivo más frecuente. Sin insumos externos, el cultivo intensivo usando las técnicas tradicionales de roza y quema lleva a una disminución de la fertilidad del suelo y a aumentos de la invasión por malezas y la erosión del suelo, que socavan la productividad y la sostenibilidad de los cultivos itinerantes. En contraste, los agricultores del norte de Honduras han estado produciendo maíz-frijol terciopelo continuamente en las mismas parcelas durante 20 años y han conservado o incluso mejorado notablemente tanto el rendimiento como la fertilidad del suelo. La semilla de frijol terciopelo, junto con el conocimiento de sus usos potenciales, fue introducida en el norte de Honduras mediante un complejo proceso de innovación que involucró a agricultores, científicos y corporaciones transnacionales de tres continentes (Buckles 1995). Originario del este de la India y el sur de China, el frijol terciopelo viajó a Africa, Brasil, el Caribe, Centroamérica y los Estados Unidos de América, y recorrió las zonas húmedas tropicales durante varios siglos. A lo largo de la trayectoria de la semilla, los agricultores, actuando por interés propio y con ocasionales aportes científicos, adaptaron la planta a sus necesidades; al hacerlo, proporcionaron el impulso para su difusión. En el norte de Honduras, la adaptación y difusión del frijol terciopelo — o “frijol de abono,” como se le llama en la región — se produjo espontáneamente de un agricultor a otro, sin la intervención directa de grupos externos. Actualmente, más de 10 000 agricultores del norte de Honduras y otros miles en Guatemala y el sur de México usan el frijol terciopelo para fertilizar el suelo, combatir las malezas y proteger la tierra de cultivo de la erosión. La adopción espontánea de una tecnología generada por los agricultores merece atención. Si bien a la investigación agrícola basada en la ciencia se le atribuyen grandes éxitos en el incremento de la producción agrícola, muchos científicos no se dan cuenta de que pequeños agricultores sin educación experimentan e innovan por su propia iniciativa y logran resultados notables. Por definición, las formas de experimentación campesina no son equivalentes a la indagación científica ya que se basan mucho en la experiencia empírica, convalidada en forma local. Por consiguiente, tal vez no generen conocimientos en formas accesibles para los campesinos de otros lugares o que sean directamente aplicables en otras regiones. Aun así, en el pasado se adquirieron muchos conocimientos y todavía se pueden adquirir muchos más evaluando lo que hacen los agricultores para afrontar problemas claves en el manejo de los cultivos o el entorno (Richards 1985; Sinclair et al. 1993). De este modo, una tarea importante de los organismos foráneos es aprovechar esos conocimientos y fortalecer la capacidad de los agricultores de generar ideas y prácticas agrícolas nuevas para satisfacer sus propias necesidades (Bunch 1982). La interacción con los agricultores hondureños estimula a los investigadores y agentes del desarrollo a redefinir su función y la de los agricultores en el proceso de generación y difusión de tecnologías. Los agricultores han sido notablemente creativos con el frijol terciopelo y otros cultivos de cobertura, no sólo desarrollando y difundiendo el sistema tal como se lo practica en sitios como el norte de Honduras sino también experimentando con numerosas variaciones en cuanto a las asociaciones de cultivos, las fechas de siembra, las densidades de siembra, la poda y la desyerba, así como la utilización como alimento para el hombre y los animales (Bunch 1990, 1995; Holt-Giménez 1993; Buckles y Arteaga 1993; Buckles y Barreto 1996; Flores 1997). Ni los investigadores ni los agentes de desarrollo se atreverían a afirmar que “encabezan” la investigación en esta área o que están en completo control de los procesos de generación y difusión de la tecnología. Esta iniciativa local puede enseñar mucho a las personas que aún dudan de la función potencial de los agricultores en el desarrollo, la adaptación y la difusión de tecnologías mejoradas.

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